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El Pensilvense
Edición No. 42 - septiembre 20 de 2023

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RIOSUCIO: VIDEO INSTITUCIONAL

RIOSUCIO NUESTRO PATRIMONIO

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OTTO MORASLES BENITEZ

EL HOMBRE Y SU OBRA

Por: Ricardo Vélez Rodríguez
 

De la Academia Brasileira de Filosofía.
Profesor de las Universidades Gama Filho (Rio de Janeiro)
y Federal de Juiz de Fora (Minas Gerais)

 

 Otto Morales Benítez nació en Riosucio (Departamento de Caldas) el 7 de agosto de 1920. Cursó los estudios primarios y secundarios en su ciudad natal y en Popayán (capital del Departamento del Cauca). Se graduó de abogado en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín en 1944. Actualmente ejerce su profesión en Bogotá, donde reside hace varios años.

En la época de sus estudios universitarios, fue profesor de la Universidad Bolivariana y del Gimnasio Femenino, en las cátedras de Literatura Universal, americana y colombiana. Dirigió durante cuatro años el Suplemento "Generación", del diario El Colombiano, el más importante matutino de la ciudad de Medellín, capital del Departamento de Antioquia. Este Suplemento constituyó una verdadera renovación cultural porque en él se presentaron los grandes cambios que dieron un giro, en Colombia, a la crítica literaria y al ensayo, insertándolos en una perspectiva pluralista y abierta a los nuevos escritores. Fue además columnista del mencionado diario y de El Heraldo de Antioquia, también de la ciudad de Medellín.

Otto Morales ha sido profesor de Derecho en las cátedras de Internacional Público, Administrativo, Trabajo, Sociología y Derecho Agrario, en las Universidades Externado de Colombia, en la Libre y en la de América, todas de la capital colombiana. Ha colaborado, además, en numerosos proyectos editoriales de las Universidades de Medellín, de Antioquia, Simón Bolívar (de Barranquilla) y Central (de Bogotá). Por otra parte, su interés por la divulgación del arte, el folklore y el pensamiento colombianos lo ha llevado a colaborar estrechamente con instituciones culturales como el Museo de Arte Moderno (Bogotá), la Biblioteca Pública Piloto (Medellín), la Fundación Casa Museo Pedro Nel Gómez (Medellín), la Fundación Francisco de Paula Santander (Bogotá), el Instituto Caro y Cuervo (Bogotá), etc.

En lo que respecta a la vida pública, nuestro autor ha sido varias veces candidato a la Presidencia de la República por el Partido Liberal, Senador por el Departamento de Caldas, Diputado a la Asamblea Departamental de Caldas y Representante a la Cámara. Fue además jefe del Debate Liberal Departamental en Caldas y presidente del Directorio Departamental cinco veces. Era Representante en el momento en que se cerró el Parlamento, después de los disturbios conocidos con el nombre de "el bogotazo" (9 de abril de 1948). Fue secretario del Partido Liberal colombiano cuando era jefe único Alberto Lleras Camargo y se estableció el sistema del Frente Nacional, en 1958.

https://www.ensayistas.org/filosofos/colombia/morales/introd.htm

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JUGAR A INVENTARTE
Francesca Portugal

Después de la ausencia volverán tus dinosaurios a comer ensalada y el sol volverá a los ojos de las moscas cuando se miran en los espejos.

Entonces sabremos que ha terminado la soledad en un lugar, para comenzar en otro lugar.

Este vez en el corazón

 

Fuente: Del libro: 5 Mujeres Inéditas – Hoyos Editores

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HISTORIAS DEL VIENTO EN LA CORDILLERA
Ariel Escobar Llanos 

 
Narra sucesos acaecidos en este municipio en los años treinta del siglo XX, antes de que se construyera la carretera que lo comunica con la población de Apía. El libro puede considerarse una selección de recuerdos porque las historias que narra ocurrieron en la realidad, y los personajes que con fina pluma el escritor pinta hicieron parte de la vida cotidiana. ‘Veneno’, el bobo del pueblo; ‘Mardoqueo’, que envuelto en una bandera recorría los dos parques; ‘Limbania’, la mujer fatal que se metía a un ataúd para tomar aguardiente; ‘Dominguito’, el herrero que cuando se emborrachaba desafiaba a todo el mundo, son personajes que encuentran en Ariel Escobar Llanos a un escritor que recrea con prosa alegre sus tristezas y sus momentos de júbilo.

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LEYENDA DEL DUENDE

 

El duende Es un niño pequeño que envolata a la gente, en montes o ríos donde el habita. Se caracteriza por llevar un gorro pequeño de color rojo y porque se presenta en cualquier persona para así llevarse a la gente. Todas estas historias contadas por los abuelos, tiempos atrás. Ellos dicen que les sucedían y que además existían en su época. Les pasaba a sus hijos por ser tan desobedientes, dicen no se sabe si es verdad o no.

 

Fuente: https://site.caldas.gov.co/media/pdf/2014/infomunicipios/INFORMACION%20DE%20RIOSUCIO.pdf

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CUANDO SE ENFRIARON LAS SÁBANAS

Omar Morales Benítez

 

Cuando su padre vociferó que su honor no se lo mancillaba nadie, que tomara ese dinero para que se largara de su casa, pues él ya no tenía hija, María de los Santos que todo lo que había hecho era acostarse con ese cura buen mozo, afiebrador de lechos vírgenes, supo que no le quedaba más remedio que empacar sus diez y siete años entre su ropa, echar a andar para que los arrepentimientos se fueran quedando rezagados por el camino y se los devoraran los olvidos del tiempo. Y ni siquiera lagrimoró. La casa de la loma estaba clausurada, desde que en ella vivió Adolfo José Brandt acosado por la soledumbre que convivía con sus propios fantasmas, desde ese desalumbrado día en que se le diagnosticó lepra.

En su reclusorio, a salvo de miradas, el silencio solo se trizaba con los ladridos de sus perros. Se seguía apertrechando con las irreverencias de Vargas Vila, Pitigrilli, France, lo que había radicalizado sus ideas. Anárquico y descreído, lo mismo que sus ascendientes que vinieron de Europa con el señuelo de inmensas riquezas inexplotadas allende el mar.

Uno de los Brandt, obtenida alforja llena, regresó a su tierra. Otros se dispersaron por el país, mientras algunos se enraizaron allí, conservando tradiciones y costumbres. En lo político eran radicales y en lo religioso ateos.

Por esto, cuando el primer Brant quiso contraer matrimonio, el curo soberbiante, se negó. El Brandt -despabilado y obrando en consecuencia - exigió al juez civil -por tratarse de un mero contrato- que lo legalizara. Cuando a oídos del obispo llegó el tal engendro sacerdotal, escupió su sentencia rabiosa:

- ¡Qué cura tan imbécil!

Adolfo José fue siempre piedra de escándalo. Alto y desconsolado de carnes, era el

descendiente que más genuinamente se había rebelado a dejarse domesticar por la

costumbre lugareña, a pesar de que la sangre ya había alimentado nuevos afluentes.

Ana Tulia Arias, desde que Adolfo José se aisló, se apersonó en subvenir a sus

necesidades. Se le desvergonzaba por tonta, pues sabría mi Dios a lo que se estaba

exponiendo. No faltó quien boqui maloliente dijera que era que siempre había estado

enamorada de Adolfo José, pero que nunca pudo subir a su escala social. Por todo ello quizás fue que la vieron ascender y bajar la loma, bien lozanalegre y con un vigor otoñal prestado a una juventud gaznápira.

Para ella no fueron perdidos los años de la espera, pues al acicate de las confidencias se atrevió -después de torturarse en tantas veladas de insomnio con incertidumbres y añejados deseos- a saltar el muro del patio. Brandt violentó su conducta para no quedar expósito de solidaridades, aunque las hubiera querido espantar con soberbia e indiferencia. En su corazón de leproso reventaron nuevas ternuras -asaeteadas por la indefensión- que paliaron su angustia y su desesperanza.

El día que Ana Tulia llegó hasta el muro, sin que estuviera presente la bienvenida de Adolfo José y los perros aullaron coordinadamente, lo franqueó para hallarse con su cuerpo - espantapájaros contra las siembras de vida- pendiendo de un árbol, como un fruto del bien y del mal. Fue tal su alarido, que su amor vapuleado azotó con sus latigazos de ayes al pueblo y luego se fue desvaneciendo en un gorgoreo de ahogo, mientras a ella le crecían en el corazón arritmias de desolación.

Así, cuando otra vez se iluminó la casa de la loma, la impresión colectiva aligeró la modorra de los días iguales y las cábalas del “qué pasará”, como viento corrido, viajó tamborileando a calle traviesa.

Pocos pudieron conciliar el sueño.

Jesús Sacristán era el único ser viviente que siguió merodeando por las vecindades -

tapiadas de malezas- de la casa de la loma. O era menos bobo de lo que parecía, o más inteligente de lo que pudiera presumirse, pues se proporcionaba más de lo que pretendía, con menos de lo que se esforzaba.

Venido de no-se-sabe-de-dónde, las señoras lo ocupaban en oficios menores. Los

muchachos trataban de irritarlo. Las niñas le tenían pavor, no exento de expectante

curiosidad, porque dizque con las manos en los bolsillos hacía cosas calenturientas. Con maliciosa recurrencia no cesaba de cantilenear:

- ¡Tan bobos, yo es que me las doy de bobo…!

Sus vivencias sólo él podría comprenderlas, pues endiablaba su parla con dimes y diretes, incongruencias, como el alfabeto de su mundo particular. Qué bobo tan inteligente para las meras bobadas.

Si se encendió la luz en la casa de la loma y el hogar escupió un humillo azuloso para alertar que el vientre hogareño estaba -otra vez- preñado de presencias, Jesús Sacristán era su visitante. Casi hasta el lagrimoreo lo zamarreaba una risa por su dicho de que en el pueblo iban a resultar más bobos de lo que se creía.

Iba y regresaba, con un gran canasto, por calles y plaza. Con su carga a cuesta entraba y salía de almacenes, carnicerías, ventas de café y oro, misceláneas, prendería. Toda la tarde la agotaba en ese trasegar, con largas esperas, hasta que cogido de las primeras muestras de sombra, loma arriba pujaba de desfallecimiento con el peso de la mujer asentado sobre su costillar.

Cuando ese vaya y venga se volvió un eje más en la inercia pueblerina y en el sucede-lo- mismo, se colmó el hormigueante querer saberlo todo en el oráculo provinciano.

Las señoras empezaron a sentir que se perdía el calor en las sábanas. Sus hombres se habían despojado de todo brío sensual. No continuaba el rito de la calcinación de los deseos. El sexo no lo toldaba bajo las frazadas. Las ganas de mujer se cambió por la pesadilla de un dormitar largo y profundo.

Las manos, tentaculares antenas transmisoras, no trepaban ni descendían por las

intimidades. La piel no tenía la elasticidad del enamoramiento. Los celos rastrearon un mismo perfume, cocido a cada poro. Tenía que provenir -sin duda- de quien para levantarse en la vida tiene que acostarse, en un permanente lujuriar al hombre.

Comprendido ello, determinaron subir a la casa de la loma y expulsar a la derrotadora de sexos. Jesús Sacristán, sabida la resolución de las mujeres, corre volando alertó a María de los Santos.

A los hombres los fue sitiando un poblamiento de tristeza. Su ausencia les iba carcomiendo

la ansiedad de futuro. Los gemidos de amor que ella había puesto a cabalgar sobre sus cuerpos, seguían acuchillando la carne. La desesperanza de no volver a sentirla toda pulsación y fuego, les restaba resolución a sus vidas. Su voz de la que en la laberíntica audición solo quedaba murmullo quedo, mimos o risas, les dio la certeza de que estaban condenados por lo irrecuperable.

El pueblo se fue quedando sin hombres, hasta que el último dijo:

- Me voy también a buscarla, porque la nostalgia es como la muerte presentida, pero

sintiendo que el sepulturero ya nos camina encima.

Y el diálogo por todos los cruces del viento, se repitió y se extendió al infinito:

- ¿No ha visto por aquí una niña llamada María de los Santos?

- Por qué pregunta, ¿fue que se la secuestraron?

- No. Es que-no sé si entienda- no puedo vivir sin el cobijo de su cuerpo en formas y

deseos.

- Ah ¡Le cogió la molicie de la carne!

- No, a mí no. Se le fugó al hombre que hay en mí, y a otro otro más, pues nos

encadenó con sus desfallecientes ardores y sus agotadores apremios.

- Pero, siendo de tantos, ¿para qué la busca?

- Porque el amor está hecho de pedacitos de palabras y silencios, de muertes y

resurrecciones, de despojos y supervivencias.

- No creo que deba buscarla. Una mujer así es lo que por estas vecindades llamamos un camino que jamás puede desandarse, porque no lleva a ninguna parte.

 

Fuente: Digitado del libro: Narrar a Caldas, Historias y Relatos para un nuevo Siglo – Oscar Trujillo Zuluaga – Recopilador.

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EL ESCUDO DE RIOSUCIO

 

Fue el ganador, entre veinte propuestas, del concurso abierto por la Alcaldía Municipal y la oficina de Extensión Cultural en septiembre de 1989. Acta de juzgamiento del jurado: marzo 31 de 1990. Fue adoptado por el Concejo Municipal mediante acuerdo No. 003 del 21 de mayo de 1990, y reglamentado por la Alcaldía Municipal mediante decreto No. 030 del 22 de mayo de 1990.

 

Significado:

• Triángulo en Verde: Cerro "Ingrumá".

• Bordura Roja: Victoria lograda con la unión de Quiebralomo y La Montaña para fundar a Riosucio.

• Cuartel Dorado: Pueblo de Quiebralomo, por su riqueza, nobleza y realeza.

• Cuartel Plateado: Pueblo de La Montaña, por la pureza de su raza, humildad, firmeza y franqueza.

• Línea Curva sin Color: Zanja que separaba los dos pueblos; además representa el Río Imurrá o "Río Sucio" que da el nombre al pueblo.

• Escudete Verde: Tapa la zanja para unir los dos pueblos, con el verde de la esperanza y amistad.

• Cuernos del Diablo: El carnaval, fruto de la unión de los dos pueblos, guardián de la paz, fraternidad y arte.

• Llama Triple: El fuego, símbolo de todas las artes, y del deseo de adquirir gloria a través de ellas.

• Bordes Plateados de las Figuras: La elocuencia de nuestra cultura.

• Forma del Escudo: Estilo francés, como homenaje a Boussingault, quien trazó las calles del pueblo.

 

El autor del escudo fue Rodrigo Díaz, dibujante y pintor Riosuceño. Terminó estudios de diseño gráfico en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín.

 

Fuente: https://site.caldas.gov.co/media/pdf/2014/infomunicipios/INFORMACION%20DE%20RIOSUCIO.pdf

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COMIDAS TÍPICAS

 

Una de las principales particularidades culturales de Riosucio está en su gastronomía tradicional; en ella se hace evidente el gran mestizaje de la región. Algunos ejemplos de estos bocadillos típicos son: bizcochos, bizcochuelos, empanadas, arepas con alma de fríjol, tamales, estacas, cena de gallina envuelta en hoja de plátano, la aloja chiquichoques o nalgas de ángel, ahogagatos, envueltos, arepas de chócolo, colada de maíz tierno o maíz curado, pandequeso montañero y natilla, que el visitante podrá adquirir en la Plaza de Mercado local. Como un atractivo especial encontramos la torta de bellota y torta de bore,

 

Fuente: https://site.caldas.gov.co/media/pdf/2014/infomunicipios/INFORMACION%20DE%20RIOSUCIO.pdf

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Banda Instituto Nacional los Fundadores de Riosucio, Caldas

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El Pensilvense
Edición No. 41 - Agosto 25 de 2023

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RIOSUCIO: VIDEO INSTITUCIONAL

RIOSUCIO NUESTRO PATRIMONIO

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1. FELICES 204 AÑOS A NUESTRO AMADO PUEBLO RIOSUCIO

https://www.facebook.com/riosuciocaldas/videos/795237769058608/?locale=es_LA

2. COMIENZA LA FERIA DE LAS UNIVERSIDADES EN NUESTRO PUEBLO

https://www.facebook.com/riosuciocaldas/videos/635434295239034?locale=es_LA

3. RUEDA DE PRENSA SOBRE LA SITUACION DE LA NORMAL SAGRADO CORAZON

https://www.facebook.com/riosuciocaldas/videos/2592418090907402?locale=es_LA

4. PLANEACION Y OBRAS PUBLICAS

https://www.facebook.com/riosuciocaldas/videos/810418187203343?locale=es_LA

5. FESTIVAL DE BANDAS SINFÓNICAS

https://www.facebook.com/riosuciocaldas/videos/330212992724690?locale=es_LA

6. LACTANCIA MATERNA

https://www.facebook.com/riosuciocaldas/?locale=es_LA

7. NUESTRA DIRECTORA LOCAL DE SALUD DA CLARIDAD A LA INFORMACIÓN SOBRE EL PROCESO JUDICIAL MALLAMAS

https://www.facebook.com/riosuciocaldas/videos/623380272972494?locale=es_LA

8. VINCUATE ADOPTANDO UN ANIMALITO

https://www.facebook.com/riosuciocaldas/videos/1218375498828289?locale=es_LA

9. CIERRE DEL MES DEL9.ADULTO MAYOR

https://www.facebook.com/riosuciocaldas/videos/152604121218817?locale=es_LA

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PRESENCIA DE RIOSUCIO EN LAS LETRAS DE CALDAS

 

Palabras pronunciadas en la presentación del libro “Los demonios salen del alma

 

Me agrada regresar, como un turista, a Riosucio. Encuentro aquí, en este pueblo que ha sido forjador de historia, razones para creer en lo que significa Caldas en el contexto nacional. Me agradan no sólo sus paisajes, que son como una pintura salida de la paleta mágica de Hermann Herzog. Me agrada ese cielo azul que se extiende en el horizonte como una sábana inmensa, ese verde de sus montañas que parece una pincelada sobre la cabellera del viento, ese rumor de sus quebradas donde el agua brinca de piedra en piedra como interpretándole una serenata a la naturaleza, ese sonido metálico de las campanas de la iglesia de San Sebastián cuando convocan a misa, ese olor a café que siempre conservan sus caminos veredales, ese misterio que encierra una festividad carnestoléndica como el Carnaval del Diablo, ese aire juguetón que a veces se respira en la calle del comercio. Me agrada recorrer con mirada asombrada su parque San Sebastián donde las palomas llenan de luz el entorno, mirar desde la distancia los pájaros que vuelan sobre el Cerro Ingrumá, observar en lontananza cómo el sol baña con sus rayos nacarados esas montañas donde brota cantarina el agua. También me agrada rememorar, desde el Teatro Cuesta, el pasado glorioso de un pueblo forjado por hombres con visión de patria. Y me agrada más, mucho más, estar aquí, ante ustedes, hablándoles de literatura, de poesía, de arte, compartiéndoles esta grata experiencia de descubrir nuevos poetas de Riosucio, hombres que transforman la palabra para convertirla en expresión de sus preocupaciones vitales. 

Pero hay otra cosa que me agrada más de este pueblo donde la esperanza parece dibujarse en el rostro de su gente: su proyección cultural. Para nadie en Caldas es un secreto lo que representa Riosucio en el escenario cultural. De aquí, de este paisaje cafetero, de estas hondonadas florecidas, de estas calles bulliciosas, de estas casas de arquitectura antioqueña, de estas breñas románticas, de este cielo adornado de luceros han salido hombres de pensamiento que han aportado sus luces intelectuales para el engrandecimiento de Caldas. Uno de sus hijos más preclaros, Otto Morales Benítez, se encumbró hace muchos años en el pensamiento latinoamericano. Su búsqueda constante de las raíces del mestizaje en América Latina le ha abierto espacios académicos para sustentar sus ideas sobre el cruce de razas en la formación de nuestra identidad. Sus libros son un aporte valioso para conocer cómo se ha formado la nación, qué representamos los caldenses en el contexto nacional, dónde han abrevado nuestros escritores su sabiduría, quiénes han consolidado el prestigio de Caldas como cuna de hombres de pensamiento. Pero antes de Otto Morales Benítez existieron otros hombres adornados de inteligencia que enarbolaron la bandera del conocimiento para gloria de este territorio donde vieron la luz primera.

 

https://biblioteca.confa.co:8181/reader/libros/15687586471464333287/EPUB/xhtml/htmlw2vau/page29.xhtml

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AGENCIA DE OLVIDOS

Carlos Héctor Trejos Reyes

 

Lo que la muerte ha olvidado

A su paso, yo lo escribo

Y lo anuncio en voz alta

Para que vuelva y no deje nada.

He abierto y he llenado varios libros

Con sus olvidos.

Las cuentas son muy claras.

Cada día apunto lo que ha dejado atrás

Por andar a las carreras.

Así conmigo, cuando me veo en el espejo,

De inmediato me incluyo.

Soy a quien más olvida.

 

 Fuente: https://www.otroparamo.com/web/articulo.php?ed=57&ar=456

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CINCO SIGLOS DE HISTORIA DE RIOSUCIO
Luis Javier Caicedo 

 

Luis Javier Caicedo (Medellín, 1957) es abogado de la Universidad de los Andes. Luego de colaborar en la Editorial Temis y en la Fundación para los 200 años del Natalicio del General Santander, pasó a la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) durante la Asamblea Nacional Constituyente. Luego de ello trabajó durante 25 años con pueblos indígenas de todo el país, especialmente en los programas jurídicos de distintas organizaciones. Desde 2003 se instaló en el territorio del Viejo Caldas, en cuyas comunidades indígenas desarrolla una labor de investigación histórica, dado que los Resguardos de esta zona datan de la época colonial. En Riosucio (Caldas) conoció una tradición según la cual el español Juan Vadillo pasó por allí, y a partir de este indicio comenzó a estudiar la historia de la conquista de Anserma, Cartago, Antioquia y Arma. El libro «Cinco siglos de historia de Riosucio» resume seis años de investigación sobre esta interesante región. Otros libros suyos son: «Convención de Ocaña, 1828» (compilador, 1990), «Santander, la República» (compilador, 1995), «Derechos y deberes de los pueblos indígenas» (1995), «La Constituyente Embera y la jurisdicción indígena» (en coautoría con María del Pilar Valencia, 2001), «1810-2010: Bicentenario de la Independencia de Colombia y de Latinoamérica» (2005), «Los títulos de San Lorenzo – Estudio de los títulos de propiedad del Resguardo Indígena de San Lorenzo» (2011) y «Fundación de Antioquia (Peque 1541) y San Lorenzo de Aburra (1616)» (en proceso de publicación). Es creador del sitio web Albicentenario.com.

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MITOS Y LAS LEYENDAS 

 

Los Mitos y las Leyendas son una de las costumbres más importantes del pueblo colombiano. Hacen parte de la tradición oral de los pueblos que se encargaron de unir la fantasía con las creencias populares, el resultado fue una serie de cuentos que han ido evolucionando a través de los siglos.

 

https://www.colombia.com/colombia-info/folclor-y-tradiciones/leyendas/la-madre-de-agua/

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TIRO DE GRACIA
Omar Morales Benítez

Sumergido en este sonambulismo brumoso, en que la conexión con todo lo vivido va deshilando el cordón de la vida, me ahoga tu cantaleta de todos los días: Cuando menos lo pienses, te van a coger. Te torturarán hasta sacarte el más íntimo secreto. Y luego te desaparecerán, para que sigas llegando aquí segundo a segundo, de ese viaje no-se-sabe-a-dónde, en tanto persiste la ronda con el inacabable e inconfundible taconeo de tus pasos, el batir de puertas que abres como si hubieras invitado a seguir al mundo y tu peculiar acento, para males de mi agonía. Sólo me quedará, entonces, un dolor impotente, como si la savia del árbol se convirtiera en cal viva. O me causarás tanta angustia y tristeza, que no pueda volver a sonreír en el espejo, porque no sé si me devuelve mi imagen o la de la muerte. Tú, pobre madre, que para levantarnos estabas atada -desde siempre- a tu máquina de coser, que terminó por simbolizar lo estable y lo seguro. El ritmo de tu incesante pedaleo le borró a tus lindas piernas la sensualidad de atrapa-miradas y la perspectiva de lo que más allá era la incógnita para el deseo. No puedo liberarte de esa conexión en que mujer y máquina formaban una sola presencia, que te impedía moverte por el apartamento con tu propia identidad, por esa esclavizante urgencia desde que la claridad pintaba de luz a la noche. Era un ayuntamiento en el que se trizaban todas las potencias amatorias y se desollaban ternuras truncas. Repaso cómo mi hermano y yo, al retorno del estudio, nos refugiábamos al lado de la mujer-máquina. Al calorcito tiernomoroso que se desprendía de su inacabable energía, cumplíamos con los deberes escolares, interrumpiéndote para que absolvieras nuestras dudas, o para ver si nos dabas un pedazo de pan. Seguro que nos dolía, aunque ni la solidaridad ni el sentimiento se apoyaran en el báculo de las palabras, o en veces nos reclamaras por lo desconsiderados en exigirte más de lo que podías dar, ver encorvado tu cuerpo siguiendo las puntadas de la confección, para luego armar ese rompecabezas, pedaleando con tanta furia como si tuvieras que arribar a una meta, para que se apaciguara esa fatiga y domeñaras esa impotencia de sentirte arrendada. Me gustaba el desfile de señoras, que invadían el apartamento con un tropel de fragancias, asfixiando el olor a pobreza. Pero me arrechaba tu habitual puesta en escena de sumisa conformidad a sus reproches. Ellas, consoladoras del dolor ajeno y activas participantes en las compensaciones gratuitas, afirmaban que ya te habías ganado el cielo. Nos dolía, viéndote ahí, en ese cuarto con la bombilla siempre encendida y la plancha enchufada, que ni por la tarde -cuando la oscuridad va acomodando un parche de sombra aquí y otro allá, a pegotes sobre las ventanas, paredes y pisos-, regresara papá, a pesar de que en su sexo moraran los condenados demonios del encoñamiento, como salmodiaste durante tantas vigilias, hasta que te entró el cansancio de ser juez, cuando ya eras parte. O tornaba porque le había acosado la urgencia de pelear contra los olvidos -muertes memoriosas- sometidos al yugo de las resurrecciones. O porque le escocía esa fidelidad que trasegaba en silencio sin reproches y le asistía en su cambiante frenesí bajo las sábanas, desanudando deseos y derrotando desamores. Te digo madre, que se agazapó como ortiga un rencor que acuchilló mi piel y mis nervios, porque un padre es la lumbre, pero también la ceniza en el corazón de un niño. Esa última vez que nos abandonó, mi propio miedo que me ataba a la inseguridad genitora de conductas indecisas, me convenció que ahora sí no desandaría el camino de los arrepentimientos. Al llegar la tarde comenzaba la tensa incertidumbre nutrida de noches y amaneceres. Tú, acunabas en tu pecho suspiros, pesado lastre para la soledad. Silenciosa, a mi urgido inquirir -más con gestos y mudeces- que plenitaba mis entrañas, tú con la desesperanza a cuestas respondías -como si el engaño sobre imposibles le restara dolor a tu realidad- que en cualquier momento podría llegar. Una resignación vacía, estéril, árida secaba las fuentes del lloro. Desde la vigilancia de tus ojos, se desprendía una tristeza que rodaba por la sima de lo irremediable. La voz que desgranaba monocorde desde tus labios, a pesar de que antes volvió por sus antiguas querencias, pues decías que no se puede dilapidar el tiempo con lamentaciones, por quien no le dio cobijo a la alegría para morarnos. Eso sí, las invocaciones santeras pretendían recuperar lo perdido. Los chorreados de cera y unas llamitas parpadeantes, como tu anhelo, eran testimonio de que no querías que creciéramos sin padre. Jamás supe por qué. No recuerdo de él ni una frase amable, ni una caricia, ni esa solidaridad que en la niñez nos hace fuertes para después soñar como hombres. Sinembargo la fiebre que me dio por su abandono, estaba azotada por una escalofriante fantasmagoría, que me hizo pensar que tenía que ser más buena que tú, para que papá se mudara de casa. Y había en mi desvarío persistente acoso por su ausencia, pues a fin de cuentas él había dejado presencia -huellas digitales de la costumbre- en nuestro ambiente con su figura y su voz, que luego destruí a medida que lo sumergía en la inmemoria, en el limbo de las desquerencias. En este momento en que se triza mi aliento, en que lucho por detener la premura con que la muerte exige la capitulación de mi vida, vuelvo a verte a través de la ventana del apartamento -tan huérfano de muebles y tan plenitado de necesidades- llegar, a pasos tardos, con un portacomidas. Volvía a lucir tu experticia de modista, para repartir el pan diario, con equidad. Yo sabía, carajo, que tus corazonadas de madre, premonizaban tiempos de borrasca. Rosa María me lo recordaba. Estaba transpasado, a lanzazos, por tus presentimientos y los de Rosa María. Es que estaba enamorado de tantas cosas: de ti, madre, de Rosa María, de mi hermano, de quién me separaba el estar abierto de mi compromiso con otros sueños y me unía esa tormentosa comunidad sanguínea y su tranco largo, ambicioso, para ser siempre el primero del curso en estudio, en deportes, en audacia. Rosa María empezó por ser un capricho. Sí, o la enamoraba o me quitaba el nombre. De entradita le caí gordo, cuando me la presentó Sebastián en la heladería, luego de salir de una vespertina en la que volví a ver “Casablanca”, con el pobre Humprey Bogart desolado, echado a perder como amante, con el cigarrillo caído sobre el labio, jodido de amor y renunciamiento, en ese aeropuerto en que la bruma asordinaba los sentidos, para que creciera la melancolía y comenzar a hacer la persistencia memoriosa inmutable de una fotografía que atrapó otro tiempo y otra edad. Me dije que no me pasaría lo de Bogart. Vanidad o machismo, capricho o reto, da lo mismo. La asedié con decisión, amor herido, como respuesta a sus rechazos cada vez más débiles. Tenía la inconformidad de quien ve el mundo por el rabillo de su propia dialéctica, que achataba mis razonamientos. Cigarrillo vaya y venga, tómese no sé cuántos tintos, pasen las horas matizadas con el lenguaje musical, preñado de altavoces para la rebeldía de la Sosa, o el Jara, y los boleritos antañones, que erizan la piel y atracan la ternura: Cuántas cosas pasaron entre nuestros amores cuantas cosas que el alma no podrá olvidar jamás… Don Leo Marini enterneciendo las entretelas del corazón y creciendo las pasiones, pellizcando la tristeza, estrujando los besos. Ese buscarnos por entre la urdimbre de las caricias, le dió credibilidad a nuestras afinidades. Cosechábamos el aire enrarecido de la dureza social y el idealismo era transeúnte por entre laberintos de sospecha. La ternura, madre, siempre es joven o sin edad. Era la mía que se vaciaba por entre su porosidad piel-amante y la de ella que se traslucía en el escrutinio de su mirada y en esa danza de continuas huídas y regresos. Perdón, madre, pero no hay nadie con más añoranzas que un moribundo. Llegó el momento en que debía partir. Despedida larga en la que sofocábamos la ausencia por venir, nos plenitamos de un montón de nicotina y cosimos el diálogo con la complicidad de fantasmas de otras vidas y de otras esferas pensantes. Un cuadro del Che Guevara nos observaba desde sus ojillos de oriental, su sonrisa burlona, su bigotico cantinflesco, diciéndonos a Rosa María y a mí, a todos: “la vida es un combate. Quienes me cazaron dijeron que estaba bien muerto. Pero no, me les escapé por todos los poros de la historia”. Bueno, madre, no divaguemos más. Ya no cuento con los regodeos del tiempo. Sobre tierra pisada me acomodé. Un arma, como ángel de la guarda, no me daba seguridad y no me permitía conciliar el sueño. Un miedo tenaz me recogía los genitales, espoleaba mi incertidumbre y le urdía trampas a un sosiego aparente. De improviso el culetazo repetido de fusil contra la puerta, alertó sobre el asalto. De paredes y techo saltaban cascarones entre las dentelladas de los tiros. Por instinto defensivo empecé a echar bala. Los foquitos de luz de las armas enemigas, como cocuyos haciéndole parpadeos de claridad a la sombra, acrecían. Súbito, como una tromba, invadieron la choza. Por reflejo solté una ráfaga a quien iba de primero. Paró en seco, levitó un poco y enseguida rebotó su cuerpo hacia atrás, como una marioneta, en arrítmica oscilación manipulada por los hilos conductores de la muerte. Supe - ¡ya muy tarde! - que era mi hermano. No podía ser sino él. Siempre el primero. Y ahora que me han trancado no sé cuántos tiros, te juró madre, te rejuro que, si sé que era él, ¡por Dios!, habría dejado que volviera a serlo. Fuente: https://www.eje21.com.co/2020/06/omar-morales-benitez/

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INFORMACIÓN BÁSICA

 

Nombre del Municipio RIOSUCIO

Otros nombres

Fecha de Fundación 1819

Fundadores Ruy Vanegas, Camilo Pinzón Copete y Ceguera Miguel Morón Municipio desde 1846

Altura de la zona urbana1 : 1.783 m.s.n.m.

Temperatura Promedio Entre 12ºC Y 24ºC Temperatura casco urbano 19ºC y 21ºC. Extensión 429.1 km2 Población 49370 hab.

Distancia en kilómetros A Manizales 91 KMS

Gentilicio RIOSUSEÑO

Indicativo 60 8

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ARTESANIAS INDIGENAS

 

Es prolífica la producción de los artesanos de esta región del departamento, como gran promotora de esta manifestación cultural viva se encuentra la asociación SINIFANA, que trabajan en la Caña Brava Canastos, costureros y fruteros.

 

Fuente: https://site.caldas.gov.co/media/pdf/2014/infomunicipios/INFORMACION%20DE%20RIOSUCIO.pdf

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